lunes, 1 de noviembre de 2010

Las tradiciones del Día de Todos los Santos

Desde que el mundo es global todos nos mezclamos y compartimos modelos, estilos, ideas...Y no está mal, todo lo contrario, pero cuando hay trajes nuevos en el armario, tarde o temprano, la ropa de siempre se queda olvidada.
Y eso nos pasa con el Halloween. De las tierras sajonas importamos esta fiesta de los muertos vivientes, los sustos, los tratos o las calabazas huecas y nuestra propias tradiciones se quedan en el fondo oscuro de la memoria.
En nuestra biblioteca vamos a hacer un esfuerzo por iluminar ese rincón y recuperar la hermosa costumbre de representar por estas fechas Don Juan Tenorio, al menos un pedacito.
Don Juan es un joven de vida más que alegre, jugador, espadachín y mujeriego, tanto que ha llegado a apostar con su "amigo-rival", don Luis, que sería capaz de superarlo en canalladas cometidas durante un año. Llegado el día del fin de la apuesta descubren que han quedado empatados y para resolver la disputa don Luis reta a don Juan a completar la lista con la mujer más difícil de conseguir: una novicia a punto de ser monja. Para herir más a don Luis, don Juan ve la apuesta y la sube añadiendo a la prometida de este, doña Ana de Pantoja.
Esa misma noche don Juan consigue entrar con engaños en cada de doña Ana y envía una carta de amor que enciende el tierno e inexperto corazón de doña Inés, una joven novicia cuyo compromiso con don Juan ha sido anulado por el comportamiento libertino del caballero. Fingiendo un incendio don Juan saca a doña Inés del convento y la lleva a su cortijo en las afueras de Sevilla. Allí comienza a conquistarla pero la ternura y sencillez de doña Inés lo cautivan y el cazador resulta cazado. Enamorado de ella, don Juan intenta que el padre de doña Inés lo perdone y le conceda de nuevo su mano, pero la discusión va subiendo de tono, ambos son orgullosos y se cruzan las espadas. El padre de doña Inés resulta muerto y también don Luis que ha llegado reclamando el honor de su prometida; don Juan debe huir dejando a doña Inés sumida en la tristeza y el espanto. Al partir pronuncia su desafío más terrible:

Llamé al cielo, y no me oyó,
y pues sus puertas me cierra
de mis pasos en la
responda el cielo, no yo.

Pasados unos años don Juan regresa a Sevilla y visita el cementerio donde están enterradas sus víctimas incluida doña Inés que murió de amor tras su partida. En la lápida de su tumba don Juan descubre que doña Inés hizo también un pacto con Dios, quien, en su divina misericordia, le concede una segunda oportunidad de recuperar por el amor el alma de don Juan. Los muertos cobran vida y bajan de sus tumbas anunciándole a don Juan que la muerte le acecha, él bromea e incluso llega a invitar a aparecerse al Comendador, el padre de doña Inés, quien acude a la cita en un delirio infernal. Don Juan se debate entre el horror y la locura.
Suenan en la lejanía campanas de luto, don Juan ha muerto en un duelo, su alma vuelve al cementerio donde lo espera el Comendador para conducirlo al infierno tras una vida llena de crímenes y maldades. Pero del fantasma angelical de doña Inés aparece ofreciéndole a don Juan la redención. El amor de doña Inés renueva el corazón de don Juan, ella es su luz, su bien, la misericordia y la salvación. Don Juan, en el útlimo instante de su plazo, se arrepiente de sus pecados y pide perdón.

Mas es justo; quede aquí
al universo notorio,
que pues me abre el purgatorio
un punto de penitencia,
es el Dios de la clemencia
el Dios de don Juan Tenorio.

Ya sabéis, el próximo jueves leemos, representamos mejor dicho, un pedacito del Tenorio. Os esperamos en la biblioteca en el primer recreo.


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